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Critica con cuidado

Debemos tener precaución al momento de criticar a nuestra pareja. Recuerde que el otro quiere ser digno de nuestro amor y admiración

Megazord | Flickr.com | Creative Commons

Ana Salgado

31 de mayo 2016

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Nos duele que nos critiquen. Y nos duele más mientras más importante sea para nosotros la opinión de la persona que nos está criticando. Por eso tenemos que tener cuidado cuando criticamos a nuestra pareja porque nuestra opinión es importante. Recuerde que el otro quiere ser digno de nuestro amor y admiración.

Ahora bien, si la crítica se vuelve demasiado frecuente o generalizada, la otra persona empieza a preguntarse – con toda razón- ¿por qué está conmigo si todo de mí le molesta? El problema es que mientras más cerca de una persona estamos, más le vemos los defectos y hay más posibilidades que estos defectos nos terminen pareciendo insoportables. Y entonces, ¿qué hacer?


No fingir que no lo veo: cuando estamos en una relación es mejor mantenerla lo más “limpia” posible, libre de disgustos callados. Si algo le molesta, hágalo saber.

Aprenda a decir las cosas: una buena manera de saber si la forma en cómo estoy señalando un defecto es la correcta es preguntarse ¿cómo me haría sentir a mí si mi pareja me dijera esto de esta manera? Luego, use el conocimiento que tiene usted de las sensibilidades de su pareja y pregúntese: ¿y a ella/él, como le haría sentir? Esto puede tomar un poco de trabajo mental, especialmente si a alguna de las preguntas se responde “mal”. El punto es no dejar de decir lo que necesita decir, sino encontrar la manera de decirlo.

Negociar, negociar, y seguir negociando: ¿ahora que lo dije, qué? Pues generalmente NADA. Es frustrante pero cierto. Para hacer un cambio los seres humanos necesitamos de tres a cinco años – esto poniéndole mente, empeño, compromiso y en ocasiones con ayuda profesional – así que no esperés milagros. Tampoco creás que por más decirlo, más rápido se va a dar el cambio que lo que va a lograr es herir más a su pareja y a su relación y crear resentimientos graves en ambos. Uno, porque no me quiere como soy y otro, porque no me quiere lo suficiente como para cambiar su forma de ser. A lo que podemos aspirar es a negociar la convivencia con el defecto para que nos cause el menor disgusto o malestar posible. Pregúntese que podría hacer Ud. por amortiguar el disgusto, espere a ver qué esfuerzo ofrece su pareja y lleguen a un punto medio donde puedan convivir en armonía con los defectos del uno y del otro.

Yo te espero y te ayudo, amor: sin embargo, hay defectos con los que no quisiéramos vivir para siempre y los que quisiéramos atender más de cerca. El plan, repito, debe ser a largo plazo, así que paciencia. Sin presionar, podemos llegar al acuerdo con nuestra pareja de hacer un compromiso real por cambiar algún hábito molesto. En este caso nuestro papel no puede ser nunca el de fiscalizador – “viste, ya dejaste la toalla sobre la cama de nuevo”– ni el de juez – “es que vos nunca vas a cambiar, sos un cochino”– sino el de acompañante paciente- “amor, se te olvidó la toalla” mientras pacientemente la vuelvo a recoger de la cama para poderla en su lugar.

No puedo vivir con esto: finalmente, hay defectos con los que no podemos vivir. Cada quien tiene los propios y hay que aceptarlos. Si la pareja que Ud. escogió tiene un defecto con el que Ud. no puede vivir, es mejor aceptarlo e irse antes de quedarse para hacerle la vida miserable al otro y a usted misma. Sólo asegúrese que sea algo TAN trascendental que valga la pena deshacer una relación por esa causa.


Consulte el blog de la autora. 

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Ana Salgado

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