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La resistencia contra la dictadura y las puñaladas:…y sin embargo se mueve

Al movimiento de resistencia que quiere cambiar de verdad las cosas le conviene seguir organizándose en los municipios para desarrollar músculo propio

PxMolina ilustra la noticia. Hoy en la caricatura del día

2 de noviembre 2020

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Desde abril 18 del 2018 todas las maniobras de la dictadura han tenido por objetivo quebrar la rebelión ciudadana con una lógica superada por los acontecimientos: descabezar un supuesto movimiento articulado a la vieja usanza; es decir, dirigentes y seguidores, cúpulas y bases. Pero, habida cuenta las expresiones de cada día en cualquier rincón del país, todas esas medidas han fracasado. La última, la trilogía de la impotencia, correrá previsiblemente la misma suerte de las anteriores frente a una resistencia ciudadana que, pese a toda lógica de la intimidación, sin embargo se mueve.

Si alguna vez fue cierta la afirmación de que las leyes no pueden crear una realidad social en el vacío, desde hace dos años y medio Nicaragua es el mejor ejemplo. Tampoco pueden normar nada que la población no reconozca como legítimo, por cuanto el comportamiento de las instituciones estatales -la Asamblea Nacional- no se corresponde con el sistema de valores socialmente aceptados. En este caso para la población (tanto opositora y como la favorable al régimen Ortega) el objetivo de las leyes es claramente confiscatorio de los últimos resquicios de libertad. Frente a este vacío de aceptabilidad las autoridades no pueden exigir el respeto de leyes que no han sido adoptadas en un ambiente de respetabilidad. Como reclamaban las sufragistas hace un siglo: “si quieren que respetemos las leyes, hagan leyes respetables”.


Sobre este déficit de legitimidad se ha levantado la pared de la insumisión en la que se han estrellado todos los intentos de la dictadura por doblegar la resistencia. A juzgar por el listado de las acciones represivas ensayadas es ilógico ante los ojos de los opresores que la población siga resistiendo, más aún cuando nada la ampara. Por lógica, cada nicaragüense debería estar resignado a sufrir en silencio los atropellos de cada día, acorde con el resultado buscado por los déspotas.

Primero fueron acciones de fuerza. Los ataques de los grupos de choque en León y Managua. Pero les salió el tiro por la culata. La chispa saltó a los estudiantes y de allí al resto de la población. Lo que al régimen le había dado resultado en protestas anteriores como OcupaINSS y las marchas anti canal, en aquella de abril no solo resultó infructuoso sino además contraproducente.

Desbordados los pandilleros, saltaron a la palestra los orcos de la dictadura, los paramilitares que siguen sembrando de muerte el país. Pero ni aun así; ni siquiera el riesgo seguro de perder la vida atajó los brotes de la rebelión y la población ideó mil maneras de burlar las balas, y salió a las calles a pesar de los secuestros. Entonces llegaron los apresamientos ilegales, las cárceles, las torturas, los acosos en las viviendas y las presiones para forzar el exilio. En paralelo la ocupación ilegal de los medios de comunicación, el intento de silenciar la prensa independiente. Pero tampoco las tramas represivas lograron sus objetivos: las protestas encontraron nuevas formas de expresarse y la información siguió llegando a la población.

Agotadas las medidas de fuerza la dictadura puso en práctica la suspensión del derecho ciudadano a la protesta; más tarde la aprobación de leyes represivas que buscaban atemorizar las protestas, como la ley antiterrorista y contra el lavado de activos; o desactivarla, como las leyes de reconciliación y paz, y la de atención integral a las víctimas.

Sin embargo, ninguna de estas medidas pudo logrado apagar la llama de la protesta. Cuando parecían cerradas todas las vías la población inventó los globos azul y blanco, se generalizaron los plantones y las demostraciones en los centros comerciales, los flashmob en puntos neurálgicos de las ciudades y las pintas con la cara del tirano y su bigote hitleriano.

Por si fuera poco, el movimiento de la rebelión ahora tiene ante sí el reto de sobrevivir al fuego amigo, a la decisión irracional de la Alianza Cívica de debilitar la única posibilidad de hacer frente a la dictadura común en las próximas elecciones. Bien es cierto que la Coalición Nacional no es la mejor opción para una confluencia de las fuerzas opositoras; pero es la única. A pesar de todos sus fallos, hasta la fecha es la vía más adecuada para que la forma encauce –mas no patrimonialice- a ese movimiento amplio, diverso y ubicuo que se ha negado a plegar sus velas frente al temporal que es el asedio permanente de la tiranía.

Este revés abre nuevos escenarios. La resistencia ciudadana ya no podrá confiar enteramente en retaguardias partidistas ni en compañeros de viaje. Con unos partidos sin escrúpulos como los de Nicaragua es imposible dormir tranquilos.

Al igual que en ocasiones anteriores, al olor de las próximas elecciones nacionales han vuelto a sacar del sarcófago los mismos demonios de siempre: el arribismo, las puñaladas traperas y las ambiciones sin freno del poder por el poder. Es una amnesia interesada que parece haber olvidado los ridículos resultados que obtuvieron en las últimas elecciones. Apelando al cálculo realista que caracteriza a todos los partidos, merece preguntarse ¿qué resultados esperan obtener por separado? ¿Acaso han creído que la población insumisa que salió a las calles hace dos años y medio se volcará en masa hacia sus casillas el año próximo por haber roto las posibilidades unitarias?

Pues eso: al movimiento de resistencia contra la dictadura, el utópico, el que quiere cambiar de verdad las cosas con la justicia por bandera, le conviene encomendarse a sí mismo, seguir organizándose en los municipios para desarrollar músculo propio. Hubiera sido deseable hacerlo con la afluencia de otros grupos políticos, pero hasta el momento parece que no será posible.

Todo esto tiene de positivo que al menos ahora tocará remar sabiendo qué corrientes se tiene en contra. La dictadura y sus acólitos de facto se empeñarán en dificultar la participación de los insubordinados en las próximas elecciones; ya que no pudieron someterlos ni cooptarlos intentarán trancarlos. Por eso los revoltosos no pueden quedarse quietos. La trilogía de leyes de la impotencia fracasará como han fracasado los intentos de ahogar la rebelión; el divisionismo también fracasará en su golpe de timón. Ambos fracasarán porque el espíritu colectivo de resistir es la suma del espíritu rebelde que anida en cada nica opuesto a la tiranía. Ni leyes ni cálculos de lechera podrán. A pesar de las apariencias, después de 31 meses de luchas, la resistencia ciudadana continúa… e pur si muove.

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Silvio Prado

Politólogo y sociólogo nicaragüense, viviendo en España. Es municipalista e investigador en temas relacionados con participación ciudadana y sociedad civil.

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